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C/ Bisbe Panyelles, 19,  2º 1ª 08720 Vilafranca del Penedés Barcelona  Anatomía ocular. Cataratas. Córnea y superficie ocular. Glaucoma: Glaucoma crónico de ángulo abierto. Glaucoma agudo. Retina y vítreo. Párpados y vía lagrimal. Neurooftalmología. Pediatría. Defectos de refracción. Glaucoma El nervio óptico es el cable que conduce todas las imágenes captadas por la retina hacia el  cerebro, y está formado por millones de fibras nerviosas.   El glaucoma es una enfermedad que afecta a este nervio óptico. Cuando aumenta la  presión intraocular, se daña parte de estas fibras, provocando pérdida de visión en algunas  zonas del campo visual. Primero se produce una pérdida del campo visual periférico, y  después, de la parte central, pudiendo evolucionar a una ceguera total.   La causa más importante de este daño en el nervio óptico es la presión intraocular, que se  mide en milímetros de mercurio. Cuando esta presión intraocular sobrepasa los 21 mmHg  se denomina hipertensión ocular. Al detectar una hipertensión ocular, habrá que ampliar el  estudio para conocer si se está produciendo un daño en el nervio óptico que pueda derivar  a glaucoma.  Sin embargo, hay pacientes que pueden desarrollar glaucoma con una presión intraocular  normal; en estos casos, la causa es una susceptibilidad especial del nervio óptico.  En todos los casos, el tratamiento consiste en disminuir la presión intraocular, bien con  colirios hipotensores, láser o cirugía.  Glaucoma crónico de ángulo abierto.  El glaucoma crónico de ángulo abierto es el más frecuente. Hay un aumento leve o  moderado de la presión intraocular, que provocará un daño lentamente progresivo en el  nervio óptico.  Este tipo de glaucoma es asintomático, y la visión se mantiene intacta hasta fases tardías,  por lo que puede producirse una gran pérdida del campo visual antes de percibir algún  síntoma. Cuando ya se ha afectado la visión, el daño en el nervio óptico es tan importante  que ya es irreversible.   De ahí la importancia de una detección precoz, con una instauración precoz del  tratamiento, y así prevenir el daño en el nervio óptico y la consecuente ceguera. Habrá  que tener en cuenta que la visión perdida por el glaucoma no puede recuperarse.  En el diagnóstico se evalúa la presión intraocular, el estado del nervio óptico y el campo  visual. La paquimetría también es importante a la hora de tomar la presión intraocular ya  que los valores de la presión pueden variar en función de si la córnea es más gruesa o más  fina de lo normal.  Cuando se sospecha de afectación glaucomatosa, se inicia tratamiento con gotas  hipotensoras para intentar controlar la presión intraocular; si ésta no disminuye o no lo  hace en el grado deseado, se plantea la cirugía.  Glaucoma agudo.  Este tipo de glaucoma es menos frecuente en nuestro medio. Se da en ojos con una  configuración especial, en los que la zona por donde se elimina el líquido intraocular es  más estrecha de lo normal, pudiendo llegar a bloquearse impidiendo la circulación de este  líquido. Este hecho provocará un aumento brusco y muy importante de la presión  intraocular.  En estos casos, sí hay sintomatología, manifestándose con dolor ocular intenso, importante  pérdida de visión, ojo rojo, cefaleas, halos de colores alrededor de las luces, náuseas y  vómitos.  El tratamiento definitivo consiste en repermeabilizar la vía de drenaje mediante una  iridotomía, un láser que permitirá restablecer la circulación del líquido intraocular,  disminuyendo así la presión intraocular y todos los síntomas acompañantes. Sin embargo,  nos ayudaremos también de colirios, pastillas y, en algunos casos, medicación  endovenosa, para equilibrar rápidamente la presión intraocular y evitar más daños  irreversibles.  Dada la severidad de las secuelas, cuando detectamos pacientes con esta predisposición,  siempre aconsejamos realizar el láser a modo preventivo y así evitar riesgos futuros.  Inicio > Patologías oculares >